Rebelión
–sus paradigmas-
I
La realidad en la que se envuelve
nuestro mundo no es un sueño y tampoco es una quimera; es una imagen que
traspasa todas las fronteras: indignación ante el abuso del poder, la
indiferencia y el capitalismo a ultranza. Millones de personas alrededor del
mundo se han decidido por entrar en acción y combatir al poder, directo y sin
escalas, arriesgando con ello su integridad pero enalteciendo el compromiso de
ciudadanizar las decisiones más trascendentales y que afectan la vida pública.
A escala mundial estas
iniciativas se han anotado poderosos éxitos en casos como Egipto, Irán o
Islandia, y la ola de acciones se ha detonado en cientos de países incluída
América: tierra polarizada por las divergencias entre el norte y el sur, entre
el este y el oeste. La inconformidad es por los intereses fácticos que
amedrentan sin pudor la dignidad del ser humano, pues se ha hecho tradición el
sistema de vasallaje y esclavitud, aun a nombre de la democracia.
Y la anécdota no es complicada de
entender, pues ya parece una fórmula intransferible que el político –sea cual
sea su origen- se lanza a solicitar el voto prometiendo milagros y soluciones y
al tomar cargo de su puesto se olvida por completo no solo de sus promesas,
sino de su compromiso frontal y decidido –puesto que debiera serlo- hacia con
la comunidad que lo eligió y aún con aquella que no lo votó. Se convierte en
esclavo de su camarilla en el poder y tirano de la sociedad a la que tendría
antes que servir.
Por otra parte se subyace a una
burocracia que se aferra a no transformar, a temer o a extender los intereses
de poder de unos cuántos, mientras se oculta en la indiferencia y el desdén
hacia el público, ignorando la mayoría de las veces inclusive las encomiendas
de su trabajo.
Volteemos ahora a los individuos
o agrupaciones corporativas que solamente piensan en dinero y explotación de
bienes y recursos naturales o económicos: ellos velan por su propio bien, y el
del resto se olvidan. Ese 99% que es conformado por el colectivo humano, y al
que solo atienden los gobiernos y corporaciones en lo que les concierne en
tanto a succionar más algún capital o beneficio político.
Lo anterior es el panorama que
tal vez ya muchos comprendemos y observamos, pero agreguémosle a ello la
verdadera contra parte de todas las iniciativas que proponen transformaciones
de fondo y que nada tienen qué ver con el contra peso impuesto por el poder: la
indiferencia ante la acción concreta y decidida en la que mucha gente se
respalda aún y a sabiendas de que su vida está siendo afectada por el control
de los gobiernos y las corporaciones. Esto es un reto para cualquier movimiento
de consciencia a nivel internacional. ¿Cómo le haremos frente? Pero sobre todo;
¿cómo solucionaremos el presente dilema, entre creer y no creer, participar y
no participar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario