domingo, 25 de diciembre de 2011





Rebelión
–sus paradigmas-

I

La realidad en la que se envuelve nuestro mundo no es un sueño y tampoco es una quimera; es una imagen que traspasa todas las fronteras: indignación ante el abuso del poder, la indiferencia y el capitalismo a ultranza. Millones de personas alrededor del mundo se han decidido por entrar en acción y combatir al poder, directo y sin escalas, arriesgando con ello su integridad pero enalteciendo el compromiso de ciudadanizar las decisiones más trascendentales y que afectan la vida pública.

A escala mundial estas iniciativas se han anotado poderosos éxitos en casos como Egipto, Irán o Islandia, y la ola de acciones se ha detonado en cientos de países incluída América: tierra polarizada por las divergencias entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. La inconformidad es por los intereses fácticos que amedrentan sin pudor la dignidad del ser humano, pues se ha hecho tradición el sistema de vasallaje y esclavitud, aun a nombre de la democracia.

Y la anécdota no es complicada de entender, pues ya parece una fórmula intransferible que el político –sea cual sea su origen- se lanza a solicitar el voto prometiendo milagros y soluciones y al tomar cargo de su puesto se olvida por completo no solo de sus promesas, sino de su compromiso frontal y decidido –puesto que debiera serlo- hacia con la comunidad que lo eligió y aún con aquella que no lo votó. Se convierte en esclavo de su camarilla en el poder y tirano de la sociedad a la que tendría antes que servir.

Por otra parte se subyace a una burocracia que se aferra a no transformar, a temer o a extender los intereses de poder de unos cuántos, mientras se oculta en la indiferencia y el desdén hacia el público, ignorando la mayoría de las veces inclusive las encomiendas de su trabajo.

Volteemos ahora a los individuos o agrupaciones corporativas que solamente piensan en dinero y explotación de bienes y recursos naturales o económicos: ellos velan por su propio bien, y el del resto se olvidan. Ese 99% que es conformado por el colectivo humano, y al que solo atienden los gobiernos y corporaciones en lo que les concierne en tanto a succionar más algún capital o beneficio político.

Lo anterior es el panorama que tal vez ya muchos comprendemos y observamos, pero agreguémosle a ello la verdadera contra parte de todas las iniciativas que proponen transformaciones de fondo y que nada tienen qué ver con el contra peso impuesto por el poder: la indiferencia ante la acción concreta y decidida en la que mucha gente se respalda aún y a sabiendas de que su vida está siendo afectada por el control de los gobiernos y las corporaciones. Esto es un reto para cualquier movimiento de consciencia a nivel internacional. ¿Cómo le haremos frente? Pero sobre todo; ¿cómo solucionaremos el presente dilema, entre creer y no creer, participar y no participar? 

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